martes, 29 de noviembre de 2016

Una buena vida



Hoy un grupo al que he descubierto recientemente y al que cada vez escucho con más asiduidad, ha contestado a las preguntas que le hice. He empezado a colaborar, de momento mínimamente en un blog sobre música, tema del que no controlo en absoluto.
Lo impresionante de todo este asunto es lo feliz que me ha hecho recibir respuesta de una banda de raw metal que admiro y lo unida que me he sentido a esos músicos que no paran de girar al rededor del mundo.

Hace apenas un año me encontraba sumida en una depresión profunda. Si hago memoria no recuerdo un momento tan crítico en mi vida desde los doce años, en los que sufrí vejaciones de las que no voy a hablar porque no vienen a cuento. El caso es que en mi profunda melancolía me he llegado a sentir tan perdida y ajena a mí misma que incluso he creído perder la cordura.
Recuerdo haber pronunciado una de las frases que más miedo me dan y que más daño pueden hacer a una de las personas que más quiero en el mundo. No os podéis hacer idea de lo duro que es dudar incluso de aquellos a los que quieres simplemente porque no eres capaz de ser tú mismo. Perderse a uno mismo es incluso más difícil que perder a alguien a quien quieres.

Desde el momento en el que planteé en voz alta aquella cuestión, me di cuenta de que tenía que hacer un cambio significativo en mi vida o sino me volvería totalmente loca. Pensar que puedas perder la cabeza es tan estúpido como escalofriante. Pero en ese momento me sentía así, con ganas de llorar en todo momento y esas lágrimas que se convertían en vómito. Como la cabra tira al monte, me puse en lo peor y ya no podía salir de ahí. Mi vida era un fracaso. Yo era un fracaso.

Cuando te propones buscar una solución y tomar de una jodida vez las riendas de tu vida, te das cuenta de que tienes el poder para materializar cualquier cosa. Actualmente vuelvo a ser yo, a sentirme dueña de mi misma.



Una segunda frase que me marcó muchísimo fue cuando entre lágrimas me atreví a confesar en voz alta que volvía a sentirme yo misma. Fue un momento de toma de conciencia de tu propio ser realmente revelador. Así era yo en ese momento: insegura, llena de miedos, con un futuro incierto, una familia que le quería, una persona con la que quería compartir mi vida, ningún proyecto y ganas de seguir moviéndose. Así era YO. Era YO. YO. Fue una revelación aplastante y liberadora.

Este año he tratado de poner orden en mi vida y me he dado cuenta de que las mejores decisiones las he tomado sin pensar. Pensar está sobre valorado y es, al menos en ocasiones, una auténtica pérdida de tiempo. Una cosa es reflexionar sobre cómo economizar gastos y otra en cómo economizar una vida. La vida es para vivirla y no para andar rindiendo cuentas.

Con los 20 años me he dado cuenta que es mucho más fácil amargarse porque cada vez tenemos más preocupaciones. Si me pongo catastrofista y me dedico a pensar en cómo seré a los 30 a los 40 a los 50 y así sucesivamente me voy a encontrar perdida en un mar de incógnitas. Lo importante es intentar disfrutar todo lo que se pueda, vivir ilusionándose cada día e intentar dejar que las cosas fluyan.

Hoy un grupo de música al que admiro muchísimo se ha tomado la molestia de contestar a las preguntas que les hice por correo. RavenEye ha tenido los santos huevos de contestar a las preguntas que les hice y me siento halagada como fan y como periodista. Hasta hace muy poquito no me he querido llamar periodista porque me he pasado tres años renegando de la carrera que he elegido. Cada vez es más difícil posicionarse en este campo, pero creo que si lo miro con perspectiva, no podría haber tomado una decisión mejor.No podría haberlo hecho de otra forma. Por supuesto que hay cosas que no me gustan y asignaturas que considero una auténtica inutilidad. Por supuesto que me pone nerviosa entrevistar a personas a las que admiro o que tienen un cargo importante. Pero creo que muy pocas veces me he sentido tan realizada como en este momento.

Me dedico a dejar las horas libres pasar. A mirar la pantalla de mi móvil y esperar las respuestas que tardan en llegar. A leer libros en el autobús, cuando no me quedo dormida. A ir a las prácticas que me han hecho conocer a más de una persona especial y que me han acercado a la música. Las prácticas que me han descubierto grupos a los que ahora escucho, admiro y entrevisto. A ir a las clases de ruso en las que tan perdida estoy pero que tanto disfruto. Al voluntariado donde me tienen explotada pero que me reconforta cada vez que uno de mis niños me dice que soy la pera. A las clases que le daba a un chaval con déficit de atención e hiperactividad que ahora es como mi hermanito. A estar con mis amigos. A estar con mi familia. A estar con mi pareja. A reír. A no dejar de preguntarme cosas.

Hoy estoy muy contenta porque me han pasado cosas buenas. Creo que es de las pocas veces que algo bueno me incita a escribir, que es mi eterno hobbie olvidado. Siempre alego que es más fácil escribir las penas, y lo es, por eso me siento tan contenta de haberlo hecho estando feliz.

No sé como despedirme, así que no lo hago o lo hago en ruso. до свидания (dasbidania)

La emperatriz de los sueños