sábado, 17 de marzo de 2012

Reflexiones dormida (no dormidas)


Sé que hace un mes que no escribo.

La última vez, lo hice entre lágrimas, con un nudo en la garganta y con la firme intención de esconderme bajo las sábanas y no salir hasta el próximo amanecer.
Por supuesto, no lo hice.

Siempre, desde pequeña, me ha gustado enfrentarme al mundo, e incluso a mi misma, por cabezonería o quizá, por, simplemente, demostrarme que yo también puedo ser fuerte.
Siempre he admirado a esas mujeres capaces de controlar sus emociones, de salir adelante cuando parece que todo está perdido. Esas mujeres que no lloran porque piensan que es un signo de debilidad.
Creo que siempre las he admirado, de la misma forma que admiro a esas mujeres que lloran con la cara descubierta... esas que te desgarran el alma cuando una lágrima brota, y comienzan los sollozos.
Ya sé que no hablo de mi fortaleza... porque, no puedo evitar ser tremendamente sensible y avergonzarme de ello.
Siempre he creído que soy fuerte, pero mi cuerpo me demuestra que no lo soy.

Ciertamente, no me importa lo que diga mi cuerpo, siempre y cuando mi razón me diga, que soy como esas mujeres que no se dejan amedrentar por nada... que tienen debilidades aunque sea imposible encontrarlas. Eso las hace fuertes. Nos hace fuertes.

No sé bien porque hablo de fuerza, ni de valor, ni siquiera de mujeres... pero supongo que es tarde y que empiezo a estar perdida en el embotamiento.

Me he tomado un tiempo para reflexionar; voy más allá... me he tomado un tiempo para dejar correr los minutos, los días, las semanas...
He querido reconciliarme conmigo misma y con él, y descubrir si había hecho lo correcto, o por el contrario, me arrepentía de haber dicho adiós.
No ha sido así.

Ahora, con la perspectiva de que a pasado un mes, puedo afirmar que hice bien en dejar ir lo que no me pertenecía... pero dije que no escribiría más sobre él (sobre ti), y no voy a hacerlo...

Así que, esta entrada, escrita a la puertas del sueño, del agotamiento y del delirio; a caballo entre un sábado o un domingo (ninguno de los dos días deseaba acogerla en sus brazos) es un escrito para decidirme a decir que mi inspiración se ha marchado, otra vez, Dios sabe a dónde.
Para contar que en este mes, que ha sido tan y tan extraño (en el que me he sentido tan atrapada por la obsesión, tan enganchada a él y tan bien conmigo misma) y tan tan ambiguo, me he sentido propia, por primera vez desde que le conozco.
Y suena cruel y ruin, pero al fin vuelvo a sentirme libre...
Ya no soy presa del miedo.

Y quizá por eso, no soy una mujer tan fuerte como quisiera, y voy camino de no serlo, pero tampoco me atormenta tener que pedir ayudar o claudicar de vez en cuando... pero nunca, nunca me rindo. Porque, al fin y al cabo, rendirse no es una opción en la vida.
Porque puedes darte por vencido, pero no dejarte vencer...

Siento que vuelvo a tener esa garra arrebatadora, y aunque es muy probable que no me encuentre tanto como quisiese, que las palabras se me escapen y que la inspiración me rehuya, no pienso renunciar a ser yo misma...

Siento no ser tan esclarecedora como me hubiese gustado, pero... tampoco puedo evitar tener los sentidos aturullados por la hora... creo que mañana (bueno... hoy) no podré evitar sentir que esto es un sinsentido, un despropósito, una bula... pero bueno, es lo que soy... una chiquilla llena de despropósitos, de mirada inquisitiva, de duda en lo dedos, de pasiones en los labios y de meteduras de pata en todo el cuerpo...

Soy lo que soy y vuelvo a ser yo...

La emperatriz de los sueños (más dormida que despierta)