lunes, 27 de junio de 2011

...


Me gusta saber que al fin, después de tanto tiempo, hemos firmado una tregua.
Ni siquiera me había dado cuenta (no al menos hasta que sentí la paz), de que me hallaba en medio de una cruenta batalla con mi alma.

Hemos compartido, las dos, como si fuésemos mujeres independientes la una de la otra, como si fundirnos fuese una opción (y no lo era), momentos de cólera y frustración, con una chispa de champán en los labios, y una felicidad radical y autodestructiva (sólo de vez en cuando) , durante tanto tiempo, quizá demasiado. Desde un comienzo que no sé cuando empezó, quizá a los ocho, pero no lo recuerdo. Poco importa.

Fue una sensación, y digo fue, porque no es permanente, aunque es fácil respirar hondo y encontrarme de nuevo, lo cual, me deja intuir, que la tregua persiste y que estar en una unión casi ancestral, una orgía entre el cuerpo y el alma es una cosa grandiosa e infrecuente.

Pues bien, fue una sensación de vanagloria.

Debía de sentir impotencia o quizá frustración, pero de pronto sentí un algo, no sé, una luz de espíritu, que no dejó embargara ni el miedo ni la soledad, ni esa rabia que me corroe siempre y se manifiesta con ésa maldita costumbre de llorar.
Sí así es, es embarazoso, pero siempre que algo me importa, una rabia y una frustración se apoderan de mi, e invaden mi garganta y mis pupilas emanando una sustancia salina (lágrimas) que me dejan con una sensación de estar haciendo el gilipollas.

Así estaba yo, en paz conmigo misma desde hacía demasiado tiempo.

Ahora, basta con cerrar los ojos y encontrarte alma. Pero esta vez no apareces perturbada con la única intención de perturbarme. Vienes para guiarme y hacerme sentir importante.
Para embadurnarme de consejos y parloteos varios.

Hoy se que necesitaba la tregua tanto o más como necesito las lágrimas para desahogar esa cruenta rabia e impotencia, que de vez en cuando se apoderan de mi.

Supongo que en general (y en principio) toda perdida se convierte en ganancia, que toda tristeza, penuria, dolor, agonía... nos cultiva como seres capaces de enfrentarnos a un dolor superior posterior. Que nos hace crecer como personas y conocernos.

Así, hoy sé, que necesitaba seguir encontrándome (después de tanto tiempo...)


No hay comentarios:

Publicar un comentario