lunes, 18 de mayo de 2015

Una reflexión rescatada (de un borrador de hace meses)

Me he dado cuenta de que todas las mujeres a las que describo teniendo sexo o después de tenerlo fuman. Creo que es por la idea que me viene a la cabeza de mujer fatal. Algo así como una Audrey Hepburn de prominentes labios rojos -éste también es un patrón que se repite considerablemente-, ojos seductores y uñas largas.

Todas ellas tienen en común que son las dominantes. Que saben lo que quieres, cuando lo quieren y porqué lo quieren. Hacen caso omiso a lo que los hombres quieren porque ellas no son esclavas ni dependientes. Ellas no hacen el amor, follan porque les gusta el sexo.

Me gusta de mis mujeres que son decididas. Que dicen lo que quieren en la cama y que logran lo que se proponen. Me gusta que sean mujeres que tiene múltiples orgasmos no porque ellos sean grandes amantes sino porque son ellas las que son grandes amazonas. Me gusta que dominen, que no sean vulnerables ni en la cama ni fuera de ella.

Me gustan las mujeres fuertes, atrevidas. Mujeres que no teman al qué dirán, ni a los clichés, ni a los demás. Me gusta que disfruten de la cama, de los hombres y de sus libertades. Y es que me encanta pensar en el sexo como un acto de rebeldía, como un libertinaje y no una esclavitud. No me gustan las mujeres sumisas ni las que se conforman. No me gusta que sólo ellos digan y hagan lo que quieren.

Me gusta de las mujeres que tienen sexo en mis historias, no que fumen cigarrillos, que es un fetiche, sino que se valoren lo suficiente como para decir "Aquí estoy yo y quién eres tú para decirme qué tengo que hacer. Que nunca olvides, que a ti querido, te encontré en la calle"


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