lunes, 28 de febrero de 2011

Tus palabras, mi tinta


Con tus palabras he aprendido, fue contigo con quién empecé de veras este camino .
Allá donde nadie me siguió (siquiera mi propia sombra), allá fueron conmigo tus palabras, libro bajo mi regazo y la sonrisa blanca que desprendían tus palabras en mi corazón, a buen recaudo en un costadito apartado de mis órganos más vitales.

Allá donde tropecé, calló el silencio. Ninguna palabra podría romper tan magnánime quietud, sin embargo tus palabras (dulces e inspiradoras) hablaban donde los demás no supieron si no callar.

En mi viaje, que no fue corto, lloré y reí contigo. Te dediqué a ti lo que para mí era (en aquél entonces) mi último aliento y mis últimas ganas. Te dediqué todo y me lo pagaste con mucho más.
Me abrazaron, me acurrucaron, me rozaron la mejilla... sí, ¡tus palabra los hicieron! y ni siquiera hoy han logrado marcharse, aún recorren parte de mi corazón; allí se han quedado cuan legado, quizá para algún día alguien tenga que leer dentro de mí.

Quizá tu fuiste mi marca particular de heroína. eso yo no lo sé (al menos no del todo), pero que me salvaste, de eso, no me cabe duda.

Y es por eso que hoy, recuerdo las palabras de esos libros, de esas incesantes lecturas, como palabras y tinta que sorbió mi corazón (llego a creer que dentro de mí no es sangre lo que bulle, si no tinta).

Y es por eso que después de tanto tiempo, cuando busco consejo, paz o inspiración, allí te encuentro, en el rincón más alto de la más alta altura.

Y allí descansas, una vez más esperando a que yo habra tus páginas, y descubra dentro de ti, una piedrita más en mi camino (camino que ya inevitablemente recorremos juntos).

La emperatriz de los sueños

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