sábado, 30 de julio de 2011

¿importante o importarte?



Miedo.
Como cuando (como... cuando...) dijimos miedo porque nos habíamos hecho demasiado mayores para preocuparnos por lo surrealista, y empezamos a cabalgar a lomos de la realidad, que resultó ser tontamente absurda.

Desilusiones bañadas de plata para fardar de que algún día importaron algo. Y no obstante, allí yacían las malditas, esparcidas en el suelo, las fotos en blanco y negro ya corroídas por lo absurdo de lo que nos parecía importante. Pero no lo era. Lo importante era otra cosa, no sé cual, una que no atisbábamos, que daba alegría, que tenía más gracia...

Ese miedo que nos hacía parar en la estación de tren más próxima, parar en la próxima parada y esperar en la vía, a que pasase el tren. Jugar a arrollarnos.

Era importante que nos dejase de importar (después de todo); importantes eran las lágrimas que pugnaban por salir, que siempre agazapadas se quedaban en mi garganta, esperando a que nos reconociésemos de nuevo.

¡Y qué asco nos daba la vida! cuando tú fumabas y tirabas mi colilla. Odiaba el olor, odiaba que me hicieses papilla con las dentelladas que pegabas cada vez que dos por tres eran seis.

Cuando flanqueaban las rodillas y nos invadía la congoja; el no saber si decir algo era necesario o imprescindible.
La edad nos volvió más estúpidos de lo que realmente nunca creímos llegaríamos a ser.

Lloramos los crímenes ininterrumpidos que tú y yo provocamos... !bah! pero me cansé, de ti y tus absurdos juegos de olvidar el olvido y si podía ser (porque no siempre se podía) olvidarnos de olvidar lo que era ser nosotros mismos.

Miedo por dejarnos llevar y decirlo todo sin decir nada.

No sé si porque valía la pena o porque ya eramos demasiado estúpidos y mayores para cambiar; el caso es que cogimos el tren, para no bajarnos más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario