En un rinconcito, en el umbral donde los sueños y la realidad se juntan, sentado bajo la capa de saber o no, mientras caen los copos de nieve, llorando estás tú.
Allí te encuentras, cansada un poco de todo y de nada; deseando que tarde o temprano ese momento de desilusión le dé paso a otro momento, el que sea, con la única pretensión de huir.
Pero el verdadero tú, aquel que yace en su rinconcito, no regresa; sólo piensa:
Si te vi ya no me acuerdo, y aunque lo hiciese, no lo "recordaría"
Y tú lloras porque estás cansada.
Y así pasas las horas, pisando un cristal frío y frágil, que se resquebraja y se rompe en trocitos, como tu y tus sueños.
Oyes el "crick", de este cristal, rompiéndose, agrietándose y tú, sólo tu. Desprotegida en un rincón, con la cabeza gacha, las alas cortadas y el sabor de una copa de licor.
Y mientras tanto, el eco de unas palabras ya demasiado huecas, el eco de las copas al chocar en un brindis por un futuro que nunca ha existido ni existirá...
Y sin embargo, cuando regresas, ya no eres la misma. Cuando al fin alzas la cabeza, rompes el silencio y te dices:
¡Házlo!
Ya no eres la misma, has aprendido a caminar bajo los cristales puntiagudos y te sorprendes, claro que sí, eres fuerte y valiente. Pero también eres frágil y cobarde, como todos; y lo sabes.
Y después de todo, cierras los ojos, cansada de llorar. Rompes a reír y después te detienes. ¡Qué rara suena tu risa! pero... ¡es tuya!
Y eso te conmueve, te hace dichosa y más mujer. Y después de todo aprendes, que llorando uno se hace fuerte y que los rincones en los lugares más desolados, en el interior de uno mismo, son solamente rincones; y sin pretextos, sales a la calle, esta vez, a por todas, cantando un par de canciones desesperadas, simplemente, porque puedes hacerlo ;)
La emperatriz de los sueños
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