domingo, 23 de enero de 2011

cuatro puntos suspensivos



Existe la posibilidad de acunar una capa fina de lágrimas justo antes de llegar al parpado cerrado. Es curioso, esas lágrimas no caen, se quedan contenidas y te forman un nudo en la garganta, que va desgarrándote cuál animal herido sin piel.

Hoy no hay luna, aunque con los ojos cerrados y una fina capa contenida, no podría divisar luna alguna aunque en el cielo estuviese.

Tengo un nudo en la garganta, que va carcomiendo parte de mí, que secuestra mis timbres y no hace si no aumentar mis dudas, mis ganas de "mandarlo todo a freír espárragos" de dar media vuelta y largarme; y perdona: si te he visto no me acuerdo.

Hoy me he quedado ciega, no puedo ver la luna.

Ayer vi a una persona, parecía un fantasma. Sus ojos, grises o azules (nunca he sabido cómo definirlos) parecían mirarme ávidos de una parte de mí que yo en su día ya le había otorgado. Pero el fantasma no me miraba, miraba poco más allá de su nariz, como siempre había echo.

¿Qué nos separo? ¿Qué hizo que murieses?

Y a pesar de todo yo aún puedo verte, entre la gente, siempre resplandeciente, observando con tu mirada felina. Siempre me asustas. O quizá lo que me asuste es el reflejo de nuestro pasado, ¿porqué después de tanto tiempo aún me rondas?

Tengo un nudo en la garganta; no puedo hablar. Por fortuna aún puedo escribir. No pasa nada si se quiebra la voz, ¿pero que ocurre cuando se quiebra el alma?, mi alma está en pedacitos porque le falta el engranaje principal. Me duele el alma. ¿Es eso posible?

Cuando cierras los párpados y una fina capa inunda tus ojos, las lágrimas no caen. Hasta que llega un momento en el que las lágrimas cobran vida y entonces comienzas a llorar con el alma henchida. Las cosas siempre caen por la fuerza de su propio peso.

La emperatriz de los sueños

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