Ella lo perseguía y él se alejaba.
Como en un cuento de ciencia ficción y sin sentido, alargaba la mano y simplemente dejaba de estar ahí.
Cuando ella fingía indiferencia, él parecía un tanto desestructurado, sus facciones cambiaban prácticamente de color, y toda la indiferencia se mezclaba con un eje de decepción y olor a tabaco.
Cuando él corría, ella parecía perseguirle en el sitio, estando callada, diciendo absolutamente cero y contándolo todo al mismo tiempo.
Pero él seguía corriendo sin cansarse, en busca de una meta algo imaginaria, con olor a saber si a mandarina, y una especie de alusión por todo lo real.
Y ella siempre acababa harta.
Se recogía el pelo en la nuca, con la mano, suspiraba y se decía a sí misma:"ahora si que se acabó".
Soltaba su pelo, miraba hacia el vacío, simulaba despreocuparse y después, al poco, lograba librarse de la incertidumbre del quizá.
Y él siempre aparecía entonces; cuando ella ya estaba harta de fingir indiferencia y carcomerse por dentro.
Él la acunaba con una mirada, la acariciaba con una sonrisa o la encandilaba con palabras...
Y ella volvía a caer.
Una vez más ella corría y él huía.
Ella lo perseguía y él ni siquiera se daba cuenta...
Y así daba vueltas el mundo, mientras ella agachaba la cabeza y metía las narices en su arco iris, donde los abrazos y las risas estaban garantizados.
Pero él, ahí estaba, en un rinconcito de su corazón, graznando cual cuervo negro, que no parecía cansarse nunca.
La emperatriz de los sueños
Buenas noches, Emperatriz.
ResponderEliminarCuervo negro acechador, yo te sigo y tú te vas; yo me voy y tú me sigues...a dónde vas?.
Me encantó!.
Besos!
Querida Begoña, me halaga realmente tu halago, viniendo de alguien como tu, siempre es un placer :
ResponderEliminarSí así es , no importa con cuanta fuerza te dispongas a seguir, si a fin de cuentas, cuando te das media vuelta, ya rendida, te das cuenta de que te están siguiendo. Ni yo misma lo explicaría mejor "yo me voy y tú me sigues... a dónde vas?"
Nunca llueve a gusto de todos, y en muchas ocasiones el destino tampoco está de tu lado. A veces algo te carcome, y no es culpa, si no de que un niño no puede perseguir a un cuervo :)